Antes, me gustaba creer que ella era verdad y que el crisantemo seguiría manteniendo los pétalos y la vida; esa simetría que rima con la compensación. También, que los ecos no se harían cómplices de los espejos: pensar que los primeros no habitarían esa parte ulterior a la memoria donde el olvido no labora y esperar que en los segundos no se reflejara mi desnudez más allá de la piel.
Ahora, en las paredes choca una cacofonía incesante y a la vez injuriosa: es el sonido del metal y el metal, de la rueda contra la vía férrea, de un tren que se ha pasado la estación en la que yo esperaba.
Ahora, en las paredes choca una cacofonía incesante y a la vez injuriosa: es el sonido del metal y el metal, de la rueda contra la vía férrea, de un tren que se ha pasado la estación en la que yo esperaba.
José Amilcar Herrera Castro
No hay comentarios:
Publicar un comentario