entre puñales figurados y amigos,
surca como un proyectil incógnito
un olor que me produce hastío.
Dejo de sentirme el yo que soy.
Escribo con dos tipos de letra,
y digo lo que no deseo en espera
de no fallarle a su ocasión.
(Amigo) Si al tratar de encontrar la respuesta
no ofuscara tus tardes y mañanas,
no estaría escribiendo las palabras
que me alejan más del problema.
La duda muerta renace en mustia,
y me sujeta bajo el péndulo, cuyo vaivén,
se acerca a mí con tu hoja de desdén,
sin embargo no corta y de mí burla.
¿Cuál será entonces el nublamiento,
si no más que desconozco si te deseo?
Te quiero; pero no te quiero.
A veces digo que pienso en otra
cuyo nombre habita entre ostras,
empero, con ninguna me siento.
Sencilla la contestación. Y ahora,
los efluvios malignos liberados por mi cuerpo,
ante la descomposición del mentalmente muerto
se absorben, hora con hora.
Así como llega una, llegarán más
víctimas del tropel de las personas.
Y las huellas irán siendo más borrosas
hasta encontrar una indecible paz.
José Amilcar Herrera Castro
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